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La inflamación y el cáncer.

La inflamación es una de las respuestas más habituales de nuestro cuerpo ante una amenaza. El origen se desconoce aún. Se altera la circulación de la sangre de la zona afectada con el fin de aislar y destruir al agente atacante. El problema es que en muchos casos, este atacante es imaginario o la respuesta es desproporcionada. Esto provoca algunas de las enfermedades más comunes, como la artritis, la tuberculosis, entre otros. Son varias las cosas que debemos conocer sobre la inflamación y el cáncer.

La relación entre inflamación y cáncer lleva estudiándose bastante tiempo. Los estudios epidemiológicos indicaban que las personas con inflamaciones crónicas tenían más posibilidades de desarrollar mutaciones cancerígenas. Sin embargo, se desconocía la causa exacta por la que ocurría esto. Ahora un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), asegura haber encontrado la respuesta. Esto es un gran hallazgo con importantes implicaciones para el tratamiento y la prevención del cáncer. La inflamación, además, estimula la división celular. En las enfermedades inflamatorias crónicas, se producen moléculas altamente reactivas que contienen oxígeno y nitrógeno. Éstas pueden dañar el ADN.

Los biólogos habían teorizado con la hipótesis de que este proceso simultáneo podía incrementar notablemente la posibilidad de que apareciera un cáncer. pues mientras las células se dividen son más vulnerables a las mutaciones causadas por las lesiones en el ADN. Es por ello que, por ejemplo, una persona que padece colitis tiene más posibilidades de padecer cáncer de colón. El problema es que hasta ahora no existía la tecnología necesaria para probar esto en un modelo animal del que pudiéramos fiarnos.

Experimentos de la inflamación y el cáncer

Para llevar a cabo el experimento los científicos tuvieron que crear primero un ratón en el que se pudiera observar las mutaciones en el ADN. En concreto, las células del páncreas de estos ratones de laboratorio se iluminaban cuando ocurría una mutación, un destello que podía observarse con un microscopio común. Gracias a estos ratones los científicos pudieron desarrollar el experimento, induciendo una inflamación de páncreas y observando las mutaciones resultantes. En la segunda parte del experimento, los científicos del MIT estudiaron los efectos que provocaba en los ratones la exposición a los agentes alquilantes–como los radicales libres o los carbenos–, sustancias presentes en la comida, los cosméticos o la contaminación (y, además, en ciertos fármacos habituales en quimioterapia) que provocan daños en el ADN.

Estas lesiones provocadas por los agentes alquilantes son fácilmente reparables pero, tras realizar el experimento, Engelward y sus colegas vieron que en los tejidos inflamados, en los que las células se dividen más rápido, las mutaciones resultantes de estas lesiones se acumulan también más deprisa. La investigación tiene dos implicaciones importantes: en primer lugar, advierte de que las personas con inflamaciones crónicas son más vulnerables a los agentes cancerígenos comunes, por lo que deben tener más cuidado con ellos. “La inflamación crónica provoca un montón de cánceres como el de páncreas, el de esófago, el de hígado y el de colon”, asegura Engelward. “Pero hay cosas que estos enfermos pueden hacer para evitar la exposición a sustancias problemáticas, como limitar, por ejemplo, el consumo de ciertas comidas que provocan lesiones en el ADN”.